Pablo Serrano es, indudablemente, el escultor aragonés con mayor proyección internacional. Sin embargo, en este pequeño pueblo de la serranía turolense acontecieron durante su infancia algunos sucesos que le influyeron sobremanera en su futuro artístico, como el acompañar horas y horas al herrero en su fragua, o el ambiente del horno de pan cuando iba a comprarlo con su madre.
Tras un breve periodo de estancia en Zaragoza, sus buenas aptitudes para el dibujo y el modelado le llevaron en 1920 a Barcelona. En 1929 inició una estancia dedicada a la enseñanza en Rosario, comenzando así una «aventura americana» que duró veintiséis años, repartida entre la Argentina y el Uruguay, en la que compaginó la enseñanza con el trabajo escultórico. En tierras americanas permaneció hasta 1955, año decisivo en el que obtuvo el primer premio de escultura en la II Bienal de Montevideo, con el que consiguió una beca de dos años que le trajo de nuevo a España y al Viejo Continente, dando paso a un vertiginoso proceso creativo en la vanguardia de la escultura europea. Fue un artista amante de la libertad y que consideró el arte como un nexo de unión entre distintas culturas y pueblos, en un momento de profunda tensión entre las ideologías de uno y otro lado del Telón de Acero. «Tenemos que fomentar la comunicación –escribió Serrano-, debemos fomentar el encuentro, tenemos que conseguir la unión».
Pero Serrano fue, sobre todo, un artista poliédrico que buscaba intensamente la conciencia humana en sus obras, y lo hizo a través de diversos procedimientos además de la escultura, como, por ejemplo, el dibujo, el collage o el grabado. La obra gráfica –empleó las técnicas de la litografía, la serigrafía junto al tradicional aguafuerte- fue una interesante aportación a la plástica que, si bien podía entenderse como parte de un trabajo de estudio e investigación dentro de su faceta escultórica, han acabado convirtiéndose en un conjunto autónomo, con valores y presupuestos estéticos propios.
Serrano fue miembro del grupo El Paso, el movimiento artístico español más importante entre los cincuenta y los sesenta. La sala Ignacio Zuloaga ha expuesto la gráfica de sus miembros principales y entre ellos los aragoneses Antonio Saura y Manuel Viola. Esta exposición es el tributo de Fuendetodos y Goya a otro aragonés capital del grupo.