El título de esta exposición se explica en una sola frase: Pablo Ruiz Picasso era tío de José Vilató Ruiz (que firmaba como J. Fin) y Javier Vilató Ruiz, y éste último a su vez padre de Xavier. En esta exposición, la línea familiar directa que nos ha interesado es la de Picasso – Javier Vilató – Xavier. Pero no encontramos frase que pueda sintetizar lo que hemos querido aportar con esta exposición sobre la obra gráfica de los tres.
Porque de esta relación dinástica no nos interesa la naturaleza sanguínea –que puede presentarse en una primera mirada como anecdótica y no sin razón-; pero sí nos interesa una más que notable transmisión de la pasión por el grabado, que no creemos que provenga de la cadena genética.
Los tres son artistas que respiran en los talleres de grabado, que desarrollan de manera personal y sin límites las posibilidades de los recursos de las técnicas de estampación. Y es por ello por lo que hemos querido, a través de la selección de obras que conforman esta exposición, marcar el énfasis en como la común espontaneidad mediterránea de estos tres artistas hacen que sea la frescura la que se imponga a la técnica –de tentadores virtuosismos en la cocina del grabado-, que la energía del impulso creativo sea lo relevante de la estampa…aún cuando los tres son indiscutibles conocedores del oficio de grabar.
La producción gráfica de Pablo Ruiz Picasso (1881-1973) es inabarcable tanto en número como en cantidad de recursos, porque –exceptuando la serigrafía- el genio malagueño practicó en todo tipo de matrices de estampación (incluyendo algunas no convencionales, como el celuloide por ejemplo), y en muchas ocasiones llevando al máximo tanto las técnicas para crear imágenes en las matrices, como para estampar sobre el papel. De este auténtico titán, sólo comparable por su producción gráfica con Rembrandt y con Goya, hemos escogido cinco momentos singulares de su producción, que están representados por las siguientes obras:
Una prueba de estado –aclaremos para el neófito de que es por tanto previa a la edición-, de uno de los aguafuertes realizados para ilustrar la Metamorfosis de Ovidio por encargo de Skira en 1931 (por recomendación de Henri Matisse, a cuya línea aquí Picasso homenajea);
Un buril –instrumento poco usado por el artista quizás por su reconocida impaciencia- realizado en 1939 –pero no editado hasta 1969 por Gustavo Gili- con texto surrealista incluido;
Una litografía a color firmada al alimón con los talleres litográficos de Mourlot, que es realmente un affiche avant la lettre de una exposición en el Musée des Arts Décoratifs de París en 1955, donde puede apreciarse que la obra no es la mera reproducción de una pintura anterior del artista, sino que el propio Picasso ha intervenido de manera directa (ciertos pendimenti en el contorno de la figura central lo corroboran);
Otra litografía, realizada de manera diferente (mediante reporte, en offset litográfico) en 1959, proveniente del libro “Dibujos y escritos” editado en 1960 por Camilo José Cela a través de los Papeles de Son Armadans.
Y como final, dos aguatintas al azúcar de la serie Tauromaquia (1959), que suelen aparecer reproducidas en cualquier manual sobre técnicas de grabado como ejemplo perfecto de combinación de frescura y perfección técnica; y que Picasso realizó en un genuino trance creativo, que le llevó incluso a usar las dos caras de las planchas matrices, porque el empuje inventivo le impedía esperar nuevos metales.
En la obra gráfica de Javier Vilató (1921-2000) nos encontramos con una amplia capacidad de registros formales dentro de la calcografía: desde el uso vibrante del buril, del punzón de la punta seca o del estilete del aguafuerte, hasta el uso de la auténtica manera negra (decimos auténtica en detrimento de la aguatinta bruñida usada como imitación). Junto a las estampas, se presentan en la exposición una plancha matriz y diversos útiles, algunos de ellos fabricados por el propio artista. En lo formal, la obra estampada de Javier Vilató se caracteriza por una cierta imaginería pos-picassiana con una rica elaboración tonal; aunque esta generalidad aporta brillantes excepciones con trabajos lineales no exentos de ritmo, sea usando sólo el aguafuerte o sólo la aguatinta.
Concluyendo la saga familiar, nos encontramos con las estampas de Xavier (Xavier Vilató Lascaux ,1958), que, como apuntó Jorge de Sousa Noronha, están en “vibración” constante, a la vez presentes y dispuestas a huir…hay cada vez una voluntad de no expresarlo todo de golpe para guardar algo que decir más lejos…y, tal vez, prolongar este placer. Un placer con el que Xavier practica un juego interminable, que le lleva desde la litografía en gran formato hasta las miniaturas litoescultóricas, pasando por la punta seca calcográfica (sola y acompañada); y que alcanza la clasificación de desbordante en su apasionante bibliofilia, que no se contenta con las encuadernaciones de estampas litográficas, como el espectador de la exposición podrá descubrir…Un juego que ha tenido no pocos escenarios, porque Xavier es gran conocedor de los talleres parisinos: Frélaut Lacourrière, Franck Bordas, Leblanc, Tazé…(su exposición en el Museo del Grabado Español Contemporáneo celebrada en 2001 se titulaba precisamente Xavier y los talleres de París).
Como decíamos al principio, la línea familiar que nos interesa en esta exposición no ha sido una línea sucesoria, sino la línea que los identifica sea grabada en un metal calcográfico o trazada sobre una piedra litográfica. Una línea que trasciende los parentescos y reivindica la excelencia de la gráfica.
Germán M. Borrachero
Director
Museo del Grabado
Español Contemporáneo